lunes, 28 de septiembre de 2009

Reflexión acerca del ensayo en Montaigne




Indudablemente, indagar algo acerca de Montaigne y de su forma peculiar de escribir es más complejo de lo que aparenta, sin embargo, hay cosas que claramente pueden ser de utilidad al descifrar su estilística y el por qué de ella. La base central de nuestro comienzo será el ensayo “La letra volada: Montaigne escritura y escepticismo” de Pablo Oyarzún, donde se percibe la importancia que ejerce la filosofía en los ensayos, asimismo, el escepticismo que estos presentan en Montaigne. Ahora bien, las palabras claves para Montaigne serían: conocimiento, escepticismo, experiencia, escritura y el yo. Peculiar forma que tiene de dilucidar las experiencias a través de una reflexión, pero no de cualquier reflexión, sino más bien, una reflexión interna, es decir, del propio yo. De aquí que la existencia del yo contenga a la de la totalidad de la humanidad, y se puede ver reflejado de todas formas en su estilística, pues en su forma propia de manifestar dicha experiencia y conocimiento se soslaya que su reflexión no parezca de un individuo, más bien todo lo contrario, que represente a toda la humanidad o, al menos, así lo demuestra. Ejemplificar este último caso no debe ser difícil si consideramos el ensayo “los caníbales”, donde claramente deja una ausencia del yo (sin ser jamás dejada), para explayarse y decir finalmente conócete a ti mismo antes de juzgar a los demás ¿Quién es el bárbaro, si se llama bárbaro a todas las naciones extranjeras? Algo así mencionaba Plutarco. Montaigne, además, se soslaya en la naturaleza misma en la búsqueda del yo.

“Ellos son salvajes como llamamos salvajes a los frutos que la naturaleza ha producido de suyo y por su curso ordinario, cuando, a decir verdad, deberíamos más bien llamar salvajes a los que hemos alterado y desviado del orden común”[1]

La naturaleza y el yo, entendiendo que el yo se configura en la experiencia y a través de ella[2], se relacionan recíprocamente, pues “no hay deseo más natural que el deseo de conocimiento”[3], de esto se desprende: razón y experiencia. Ambas están relacionadas al concepto de verdad, sin embargo, ninguna es tan certera como aparenta, al menos, la primera. Aquí se habla de multiplicidad, todo difiere, todo lo semejante se convierte en desemejante, y viceversa. ¿Entonces, a qué atenerse? Sin duda alguna el escepticismo de Montaigne nos puede dar una respuesta, no obstante, debemos tener claro que Montaigne no aludía a la razón como una mera vicisitud, pero hay que tener en cuenta que tanto razón como experiencia tienen tantas formas que ninguna es absoluta.

Ahora bien ¿Por qué Montaigne escribe cómo escribe? Escepticismo, escritura y yo. Palabras básicas bien formadas para aludir a un conocimiento del saber basado en la experiencia de la naturaleza. El escepticismo manifestado en los ensayos no se presenta con una finalidad pusilánime en el individuo, todo lo contrario, su escepticismo escoge un alegato indisoluble hacia la libertad, queda confirmado en “la incertidumbre de nuestro juicio”. El yo, no puede estar restringido para conocerse a sí mismo, por lo que, no se puede sustraer la autonomía de cualquier individuo. La simplicidad y la ingenuidad de la naturaleza pueden dar la regla para la vida buena[4] . Sin embargo, este mismo estilo lo lleva a contrariedades y posibles falsas conjeturas-como me sucede en este preciso momento- pero a la vez, esto lo hace ensayo al ensayo, y Montaigne a Montaigne. “Los autores se dan a conocer al pueblo por alguna marca en particular y externa; yo, el primero, por mi ser universal, como Michel de Montaigne, no como gramático, poeta o jurisconsulto” (Ibíd).

Pero, ciertamente, es necesario indagar más entre “la escritura y el yo” de Montaigne. La relación que existe entre la escritura, el ensayo mismo, y éste es fundamental, ya que no escribe definitivamente lo que en un momento determinado le sucedió, sino más bien la reflexión de un suceso específico; una experiencia. En otras palabras, existe una separación formal en la acción realizada y la observación que Montaigne hace de ella mediante el discurso[5]. Inmiscuirse en los propios actos para desmembrar por partes el “yo” a través de la experiencia, el conocimiento y la razón. Momentos específicos, que no quedarán por siempre, ya que la vida son instantes, desarticularlos de manera escéptica para llegar a una resolución definitiva, una verdad basada en la vicisitud de las conjeturas empíricas, y que a través de esa existencia y de la escritura del “yo” pueda contener a la totalidad de la humanidad y junto con ello su propia moral y la posible aceptación de una verdad, eso es un ensayo (ensayo=experiencia).




[1] Heródoto, III, 38, 1-2. En Montaigne “Los caníbales”.

[2] Pablo Oyarzún “La letra volada: Montaigne escritura y escepticismo. página 63.

[3] III 351/ III337. En la letra volada: Montaigne escritura y escepticismo. Página 54.

[4] Pablo Oyarzún “La letra volada: Montaigne escritura y escepticismo. Página 48.

[5] Pablo Oyarzún “La letra volada: Montaigne escritura y escepticismo. Página 67.











jueves, 10 de septiembre de 2009

Corriente de la conciencia.-



Últimamente han transcurrido bastantes hechos que vuelven a ser parte de mis reflexiones. Sin embargo, creo a veces que simplemente es más de lo mismo, y es que ¿Algo puede cambiar tanto como para notar ese cambio? Sencillamente no, los cambios son tan efímeros, pero a la vez permanentes, son tan insignificantes, pero a la vez tan fructíferos; pero así es la vida. Un día una muy buena amiga mía, hizo un pequeña reflexión, en la cual dejaba en claro su manifiesto por las cosas que pasan y no las percibimos, y es verdad ¿Cuántas veces hemos pasado por el mismo lugar sin darnos cuenta que allí había algo? ¿Cuántas grandezas nos esperan en las cosas que no percibimos? Vivimos de la angustia de vivir, nos quejamos de la vida constantemente, nos arruinamos los unos a los otros como un liberal haría, nos manipulamos incesantemente, pero ¿Dónde acabará todo esto? Los tiempos son tales que ya no creo en el libre albedrío. Las palabras de Schopenhauer: " El hombre puede hacer lo que quiera, pero no puede determinar su voluntad". En las efímeras cosas está la dicha de vivir, algunos dicen; sin embargo ¿es realmente así? ¿o es una mera intuición del pensamiento? Para algunos es más cómodo vivr de los demás, es decir, a costa de cualquier otro que le haga su propio trabajo, pero es aquí donde nos damos cuenta que no estamos tan lejos de lo que decía E. Kant en cuanto a la ilustración, y es que no somos ilustrados, pero nos encaminamos a ello. Todo esto conlleva al enajenamiento, a la pérdida de conciencia, a la pérdida de la existencia per se, pues así, no podemos ver esas ¡magnifiques! de la vida, ¡Sapiere aude!, dotémonos de conocimiento a través de la razón, seamos seres inteligentes, dignos, voluptuosos y benignos.
Algunos para evitar todas estas barbaries del mundo actual, se refugian en el individualismo, en la medida que lo pueden hacer, puesto que somos seres sociales desde el momento de nacer, y aunque Rousseau haya dicho que el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe, me atrevo a afirmar que se ha equivocado, puesto que si todo hombre nace bueno ¿Cuál es el punto en que el hombre se convierte en un malvado en la sociedad si nació bueno? El hombre cuando nace, no vale nada, no se puede valer por sí mismo, hasta un cerdo recién nacido es más digno de él, pero entonces ¿Por qué los preservamos tanto? y es que los seres humanos poseemos un don natural que ningún otro ser viviente posee- o al menos eso creemos- y hablamos de la razón. Es decir, el hombre es un potencial que por poseer la razón es más digno que cualquier otro ente, y esto se refleja en las capacidades de cada uno, partiendo desde la piedra hasta el hombre, tres ejemplos claros: la piedra no sirve más que para la minería (no sobrepasa más allá su utilidad), por ende, un perro es más digno que ésta, al poseer capacidades supremas que le permiten correr, sentir y comunicar (tres ejemplos que no implican que esto es tan sólo su capacidad), y el hombre que es capaz de amar, pensar, sentir, razonar, entre otras tantas capacidades que nos hacen los seres perfectos en contraste con los otros que meramente no lo son.
Si somos capaces de razonar, y si somos seres que debemos estar en sociedad, porque de lo contrario no viviríamos ¿Cómo es posible que no nos preocupemos por los demás? La base de la sociedad es la amistad, las relaciones entre unos y otros, los vínculos que nos hacen saber cómo están los demás. Nacemos con dones los cuales no son para nosotros mismo, sino que todo lo contrario, para compartirlos de manera tal que ayudemos a nuestro prójimo (aunque no me gusta esta palabra), el bien común se basa en eso, y es la conciencia quien nos dice que es así y no de otra manera. En el caso de amar, estas preocupaciones por el otro son más fuertes, crecen con demasía, tanto así que no podemos vivir sin la otra persona, y somos capaces de entregar todo para que ella sea feliz, y es precisamente porque queremos el bien para esa persona y no otra cosa que siempre el bien.


La vida varía dependiendo de la perspectiva desde que se mire, y mientras más se entorne orínica y soñadora más felizmente se vivirá, y es que para algunos el más mínimo detalle les puede cambiar la vida. Pero para mí las cosas no son así, admiro a aquellos que pueden mirar la vida tan plenamente, porque estoy seguro de que yo jamás podré mirar la vida con esos ojos, a no ser que conformado con lo que tengo ya me haya vuelto uno más de esta masa, que día a día lo único que hace es aturdir a todo aquel que quiere comprender y conocer, sin importar pasar por encima de lo más bello de la existencia humana, pues al privarlo de su razón, ese hombre jamás volverá a ser hombre, porque dejó de ser digno para la sociedad, porque al privarlo de razón, también lo privan de su propia existencia, y por eso la vida de ese hombre ya no vale la pena, más que para otro que pueda sacar provecho de esta.