Las preocupaciones del diario vivir atentan contra nuestra felicidad, entendiendo la felicidad como los pequeños momentos de alegría que se nos otorgan en un momento determinado. Por eso, muchos autores convierten en imprescindible temas como "carpe diem" o meramente refranes como "es mejor arrepentirse de lo que se hace a arrepentirse de aquello que no se hace" , aunque creo que no se puede vivir así, puesto que nuestra conciencia nos impide crecer en el medio, es decir, la represión que nos es impuesta por el sistema es perjuicio para nuestra conciencia, de ahí que Martín Hopenhayn en su libro ¿Por qué Kafka? presente un capítulo nombrado como: "Poder, mala conciencia y literatura". Y es que ¿Realmente puede estar el ser humano sereno consigo mismo, a la vez, satisfacerse de su propio ser y con ello el de los demás? esta pregunta se torna compleja cuando apreciamos el progreso contextual que ha tenido la historia y cómo se soslaya en nuestra sociedad, por lo que precisar es limitar, como imaginar es resaltar o engrandecer. La conciencia ya no nos impide nada, salvo a los que tienen principios y voluntades, sin embargo, fuera de estas excepciones la conciencia se convierte en mala conciencia, de manera que si hablamos de vivir en paz tanto con los demás como con nosotros mismos, estaríamos dejando en tela de juicio la voluptuosidad de la conciencia y los efectos que tiene en el individuo. Kafka hace una magnífica representación de esta mala conciencia en sus libros. El poder del padre (y del sistema) y la imposición del sistema (y del padre) se reflejan en "La condena" y "El proceso", donde nada se deja al azar, todo tiene un orden imperante y, muchas veces, devastador. La burocracia del sistema no es más que otro ejemplo a la causa de la mala conciencia.
Sin embargo, no vemos reflejado sólo en Kafka lo que sucede en nuestra sociedad, la gran diferencia recae en que todos perciben de diferentes formas la represión. Gustave Flaubert en su libro "Madame Bovary", representando al realismo francés, considera a la protagonista como una mujer la cual era afectada por las vicisitudes de la sociedad. El dinero, el deseo de tener otra vida y la monotonía de su propia vida la convirtieron en lo que fue: comida de gusanos. Charles por otra parte contempla todo como un espectador más de la sociedad, es decir, vive como cualquiera vive; aposento, trabajo y dormir. En esta circunstancia destaco a Montaigne como escéptico, puesto que gracias a la propia reflexión de nuestra experiencia con la naturaleza, aunque esto conlleve a contradicciones y desdoblamientos, podemos ser entes activos de la sociedad de masas.
¡Qué hermoso sería vivir en plena armonía con la naturaleza! ¡Qué hermoso sería que todo girara entorno al bien común! Pero inexorablemente es una utopía. Una vez escuche esto: "es como buscar a un hombre honesto en un parlamento" y es totalmente verídico. La política, el dinero, el trabajo, el amor, el deseo, la pasión y la manipulación de todas estas, es como vivimos. El sistema nos corrompe, y si es capaz de corrompernos, es capaz también de dominarnos; es más sencillo dominar al bruto que al buen pensador. Todo esto, siempre nos será familiar, ya que siempre estamos subordinados como peones y siempre dependemos de lo artificial y metafísico que ha creado el hombre. Una vez que hacemos algo, ya cambiamos y, una vez que queremos regresar a lo que hemos sido, es imposible. Y así sucesivamente sigue nuestra tautología, es nuestra interpretación e intertextualidad del mito de sísifo como circunscripción.
Pensaba todo esto en mi cuchitril de mi otra vida, no podía dormir, medité el por qué de la situación y en consecuencia una inexorable reflexión de lo absurdo de la vida. Parafrasearé a Montagine, algo así como: conócete a ti mismo antes de juzgar. ¡Pero no me es permitido conocerme! Le pregunto señor Montaigne ¿Cómo puedo conocerme si estoy atado a lo que los otros quieren de mí? ¿Cómo lo puedo hacer si cuando quiero ser yo mismo, me lo impiden? ¿Cómo puedo ser yo mismo si ya no creo en el libre albedrío?
Una vez Jean Paul Sartre dijo: "El hombre nace libre responsable y sin excusas", pero el hombre no nace libre ¡Qué estupidez más grande! Sí, nace responsable y sin excusas, pero no nace libre, se hace libre ¿Cómo? Razón, inteligencia, derecho, deber; vivir. Y esto no es atadura de ningún tipo, todo lo contrario, es lo que hace al hombre más libre que cualquier otra cosa, pero siempre está el menos digno del asunto, aquel que es menos merecedor de todo, porque aunque siga siendo persona no ha hecho nada para merecer algo. Todos somos diferentes, de ahí a que la desigualdad sea defendida, pero defendida justamente, donde todos reciban lo que se merecen ni más ni menos, pero la justicia se ha equivocado constantemente en las proporciones. Donde hay necesidad, hay deber, donde hay deber, hay derecho. Para sobrevivir necesito comer, ya es un deber del que no podemos prescindir, y si es deber, según la justicia legal, es un derecho que el hombre se alimente para no morir o desfallecer, pues recordemos que vivir es el primer deber.
Todas estas vicisitudes que nos invaden tempranamente nos causan un gran desdoblamiento de los más íntimos y profundos pensamientos de la naturaleza humana. Una vez Rousseau dijo: "El hombre nace bueno, la sociedad lo corrompe" esto es tan apresurado como afirmar que Dios existe. El hombre también se hace consigo mismo y con los demás. Ahora bien estos imperantes pensamientos y reflexiones son los que nos hacen actuar diferente ¡Sapiere Aude! como diría Kant, que teme revoluciones. Respondiendo a lo anterior pregunto ¿Cómo he de vivir serenamente y en paz con lo demás, si ni siquiera puedo hacerlo con mi propia persona? ¿Cómo se me pide algo que después me lo es quitado?