martes, 5 de octubre de 2010

El espíritu irracional feliz

Como es menester mencionar, toda sociedad está conformada por individuos de diferentes razas, valores y cargos sociales, no obstante, pese a toda superficial diferencia, todas las comunidades y sociedades tienen un espíritu intacto manifestado en su pasado, presente y/o futuro. Estos espíritus trascendentes son los que hoy me han hecho escribir acerca del espíritu joven, prematuro, carente de razón y argumentos lógicos; el espíritu de los niños.
Hoy por hoy, la televisión, la radio, el diario y todo medio de comunicación masivo involucra una inmensa responsabilidad en la conciencia colectiva e individual, considerando que los adolescentes y adultos conforman la mayor cantidad de habitantes en nuestro país y que estos son los que mayor uso de raciocinio tienen, vemos cómo mente y conciencia han sido cautelosamente manipuladas por diferentes entes. Así, nadie está libre de los lavados de cerebro suscitados explícita o implícitamente en las calles de nuestra ciudad, sin embargo, aquellos que-por no desarrollarla aún completamente- son carentes de esta capacidad, logran prescindir de estas marginalidades grotescas e indignas para disfrutar sin preocupación alguna el derecho de vivir.
El alma de niño y su expresión física son el fiel reflejo del espíritu libre, el cual se soslaya en la sinceridad, simplicidad, humildad, ternura, pero por sobre todo, en la fragilidad. Así, vemos en todos lados tanto en la tele como en las calles, que en cualquier familia con problemas quien sufre los mayores perjuicios son estas pequeñas almas. Así, por ejemplo, si los padres viven de la delincuencia, el niño sufrirá y se acostumbrará al sentimiento que luego se transformará en vicio y admiración. Por otro lado, si los padres, pese a su vulnerabilidad, se desenvuelven de manera correcta en la sociedad y se preocupan física y psicológicamente del niño, este crecerá adecuadamente.
Este espíritu libre es el ejemplo de cómo debemos vivir la vida, incluso cuando seamos conscientes de todo lo que suceda, provocar e influir positivamente en los demás para conformar una sociedad mejor y más justa es el ideal de cualquier ciudadano. La delicadeza, sensibilidad y fragilidad de la sociedad son dos almas: la de los niños y la de los ancianos, si prescindimos de alguna y olvidamos su importancia es porque simplemente hemos caído en un profundo estado de insensibilidad.