sábado, 29 de enero de 2011

Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y nadie debe ser divinizado.

Desde siempre la política ha sido uno de los temas prohibidos en la mesa, no nos cansamos de discutir unos con otros para saber quién es el que posee mayor grado de razón y cuando se ve al otro con argumentos sin fundamento nos autoproclamamos victoriosos y nos investimos de nuestro propio orgullo del saber. Izquierda y derecha, dos oposiciones binarias que ejemplifican el trato humano que diariamente nos brindamos, unos con otros torpemente nos ensalzamos de nuestras creencias para enlutar las del otro, nos deshumanizamos sutilmente y nos convertimos en las contradicciones de nuestras ideologías, pasamos de ser debatientes a simples argumentos y olvidamos ser personas. Nos revestimos de sabidurías y argumentos sólidos para enfrentarnos en una competencia sin fin y ¿Para qué? para aplacar lo que diariamente decimos de la caridad, solidaridad y fraternidad, todas esas virtudes que alabamos en nuestros discursos dejan de ser versátiles y verosímiles pues nuestras palabras se contraponen con nuestras acciones. Con esto, quiero llegar a esas personas que dejan de creer o que creen demasiado- tanto así que caen en su propia ceguera potenciando los falsos discursos- para llegar a ser un poco más razonables y para pensar antes de actuar. Pese a que sabemos lo correcto por las costumbres de nuestra cultura y los principios que nos han inculcado nuestros progenitores, no sabemos pensar, no nos han enseñado a pensar de manera correcta en circunstancias adversas, ante cualquier aviso de emergencia simplemente sacamos nuestras garras y atacamos lo primero que sentimos como amenaza, sin embargo, esa misma amenaza es víctima y persona, hecho que los políticos no logran comprender.
Cuando entré como mechón en la Católica de Valpo, jamás imaginé que vería tantas palabras escupidas al cielo caerse en los mismos rostros de los que propagaban los grandes ideales. Cada día sosteniendo sus fortalezas, sus críticas, los criterios de cómo enfrentarse a otros, las salidas a las calles, las protestas masivas y todo en un mismo eje: Fastidiar al partido sin importar si lo que se hace es bueno o malo. Pues es más sencillo criticar que agradecer, es más fácil ver defectos que virtudes y es por eso que sentimos al país deficiente.

¿Qué más pruebas queremos que las fallas de nuestro sistema que se ven todos los días?¿qué más pruebas queremos si no somos capaces de hacer nada? Como dijo alguna vez Nietzsche: "La fórmula de mi felicidad: un sí, un no, una línea recta, una finalidad. ¡Que nuestra felicidad comparta los mismos fines y no justifiquemos a través de los medios, simplemente preservemos el bien común y el bienestar de nuestros compatriotas!

domingo, 23 de enero de 2011

Automatización

“Yo estaba limpiando la pieza, al dar la vuelta, me acerqué al diván y no podía acordarme si lo había limpiado o no. Como esos movimientos son habituales e inconscientes no podía acordarme y tenía la impresión de que ya era imposible hacerlo. Por lo tanto, si he limpiado y me he olvidado, es decir, si he actuado inconscientemente, es exactamente como si no lo hubiera hecho. Si alguien consciente me hubiera visto, se podría restituir el gesto. Pero nadie lo ha visto o sí lo ha visto inconscientemente, si toda la vida compleja de tanta gente se desarrolla inconscientemente, es como si esta vida no hubiera existido". (Nota del diario de L. Tolstoi del 28 de febrero de 1897, Nikolskoe. Letopis, diciembre de 1915. p. 354).