martes, 20 de abril de 2010

Como una derrota que no es derrota

Un minuto de silencio no sería suficiente para descansar y dejar de pensar. Han sido días pesados, duros y agotadores; además no sé cómo aún soportamos los viajes de un lugar a otro y, más aún, a la gente que nos rodea en esos viajes. Hubiese querido que en este momento mi vida se automatizara y quedara expuesta a los habituales actos de la humanidad, pero lamentablemente eso no pasará, porque soy partidario de que cuando uno adquiere conocimientos fundamentales es imposible sacarlos de nuestra mente. No obstante, esta misma forma me automatizaría, si tal fuese la gracia, sin embargo, los detalles de la vida (esos cuales la gente jamás se fija y uno sí) son los que desautomatizan cualquier vida que tenga rasgos de sabiduría y, talvez, razón.
Me gustaría contar alguna anécdota que me ha sucedido en estos días, la cual me ha hecho llegar a esto. Y es que la derrota te absorbe de tal forma, que cuando te das cuenta que hay algo mal, a la vez te percatas de que nada más puedes hacer, dicho de otro modo, cuando tienes la oportunidad de enfrentarte a ella simplemente no puedes por tu incapacidad. Hipocresía, mediocridad, etc. pueden nombrarlo de cualquier manera si es con tal de fastidiar al otro. Inreíblemente siempre lo miraba desde fuera, pero graciosamente estaba ahí, parado frente a todos sin nada que decir: un acto de presencia, decir estupideces e imbecilidades para hacer frente a algo que ya estaba predispuesto por la incapacidad de la comunicación. Lo peor fue una cara peculiar que no podía prescindirse, una cara que, si hubiera sido en otro contexto, hubiese golpeado con mucho gusto.
Con esto quisiera finalizar: nadie está exento de daño físico y mental, nadie está exento de la libertad de otros y, por tanto, nadie está libre de suscitar o recibir.

jueves, 1 de abril de 2010

medios y sentimientos

Todo se modifica con el pasar de los años: unos nacen y otros envejecen, la ideología cambia o prevalece, entre otras tantas cosas. Algunos sociólogos dicen que es el fin de las ideologías, un par de historiadores dicen que es el fin de la historia...Al parecer siempre se habla de fin.
Esta reflexión nace principalmente de una apestosa clase de antropolgía cristiana, en donde la profesora hizo alusión vagamente de este tema. Pues, considero que esto fue lo más interesante de dicha clase. Al cambiar la naturaleza, cambia el hombre; al cambiar el hombre, cambia la realidad. En consecuencia, obtenemos un resultado poco fructífero, puesto que somos beneficiarios de una acción que con el tiempo empeora más y más. La sociedad varía, al igual que cualquier cultura, pero si nos dirigimos a lo particular, quien es actor principal de los hechos es el propio hombre (como individuo), por tanto el hombre es el ser racional culpable de su propia condena. Es tal el tiempo peyorativo que, enajenados, no nos percatamos de detalles que se muestran como ventajas o como desventajas. El propio caso de internet: "se estima que un sexto de la población mundial, unos mil millones de personas, tienen acceso a internet" (El Clarín de Chile). Entonces, al someternos a esta condición humana, nos sometemos también a la insensibilidad de nuestros prejuicios, esto es, automatizamos hábitos que se convierten en costumbres. Si antes se escribían cartas con bolígrafo, hoy se hace con un teclado; si antes se demoraban semanas en llegar al destinatario, hoy el mensaje se demora segundos. Entonces ¿Cuál es la desventaja? Simplemente que ya no sensibilizamos, si antes nuestros padres y abuelos debían esperar con tantas ansias una respuesta que demoraba días, esto los hacía extrañar y anhelar lo que no tienen al alcance de un click, lloraban, rezaban, oraban y sentían lo que nosotros ya no sentimos. Porque a nosotros los jóvenes se nos da todo cuando queremos, es decir, nos invade la imediatez, olvidamos las cosas importantes y nos dejamos llevar por los medios (de comunicación) que no siempre son lo mejor (manipulacion). Aunque tengamos toda la información del mundo en una pantalla, no se puede olvidar la esencia del ser humano, su naturaleza: vivir en sociedad, por ende, compartir y sentir del modo más imposible existente. Recordemos que cada uno somos "Humano, demasiado humano".